Irlanda ha estado unida a Reino Unido durante bastante tiempo, hasta que, tras una guerra de independencia, se declaró país bajo el nombre de Estado Libre Irlandés en el año 1922.
Aún así, seguía considerada como un estado dentro del Imperio Británico, hasta que en el año 1949 se desvincula totalmente de la monarquía británica, pasando a ser la República de Irlanda.
Sin embargo, la parte norte del país, de mayoria protestante, decidió continuar formando parte del Reino Unido y así la isla se dividió en dos países tal y como está hoy en día.
DÍA 1: LLEGADA A DUBLÍN
Aterrizamos en el
Aeropuerto de Dublín por la tarde. Alquilamos un coche para recorrer toda la
isla e intentamos no estrellarnos, ya que el volante se sitúa a la derecha y es
bastante complicado utilizarlo. No recomiendo a nadie alquilar un coche en
Irlanda o Reino Unido que no tenga ya una experiencia suficiente con el coche
en su propio país.
Llegamos a nuestro
hotel, que estaba en las afueras de la ciudad. Como todavía no era excesivamente
tarde, cogimos un tren que llegaba hasta el corazón del casco histórico,
simplemente para cenar algo y volver a casa.
Cenamos en un
típico pub irlandés (como la mayoría de los días), y tomé la que sería mi
primera Guinness, la veía tan oscura y negra que pensaba que iba a estar muy
fuerte para mi gusto, pero lo cierto es que me encantó. Resultó tener un toque
casi dulce y bastante diferente a las demás cervezas. Eso sí, son bastante
caras. Y obviamente en su ciudad de origen.
Tras dar una
pequeña vuelta por las tiendas (todo lo demás estaba cerrado), cogimos el tren
de vuelta al hotel, ya que estaba empezando a llover.
Es cierto que en
Irlanda llueve bastante, pero la verdad es que el tiempo no fue malo mientras
estuvimos allí, nos llovió algunas veces pero nunca muy fuerte y durante poco
tiempo.
DÍA 2: DUBLÍN A FONDO
Dublín es una ciudad que en un par de días puedes verla si tienes localizados los lugares.
Dublín es una ciudad que en un par de días puedes verla si tienes localizados los lugares.
La peculiaridad de la ciudad es que tiene
dos catedrales, la más conocida Catedral de San Patricio, patrón de Irlanda, y la Santísima Trinidad (construida en el año 1028), donde se encuentra el obispo y no en la de San
Patricio como se suele creer.
Llegamos de nuevo al centro, hasta la Catedral de San Patricio, que fue construida en 1191 y terminada en
1270. De estilo gótico característico irlandés. Es la más grande de las dos
catedrales.
También tiene un
jardín muy bonito detrás, que es gratis y al menos en esta época del año tenía
flores y una fuente maravillosa.
El famoso día de
San Patricio se celebra el 17 de marzo, que fue un poco antes de que nosotros
llegáramos a Irlanda. Se conmemora la llegada del cristianismo al país gracias
a este santo y es el aniversario de su muerte este mismo día. Esta fiesta es
también muy popular en Nueva York, ya que hay bastantes inmigrantes irlandeses,
con lo que se ha convertido ya en una fiesta muy conocida y celebrada allí.
Continuamos nuestro camino hacia el Castillo de Dublín, al que no entramos, pero vimos por fuera, y con todos mis respetos, no parecía un castillo. Parecía más bien un ayuntamiento.
Continuamos nuestro camino hacia el Castillo de Dublín, al que no entramos, pero vimos por fuera, y con todos mis respetos, no parecía un castillo. Parecía más bien un ayuntamiento.
Y es que en este
edificio no hubo reyes, sino que fue la sede del gobierno británico que estaba
encargado de Irlanda, por supuesto antes de que tuvieran la independencia. Fue
construido durante el siglo XVIII, hoy en día se utiliza como atracción turística,
pero también para eventos importantes como la toma de posesión del Presidente
de Irlanda y diferentes oficinas estatales.
Cerca del crepúsculo, decidimos coger un tren de cercanías hasta Bray, una ciudad costera a 20km al sur de Dublín, donde pudimos pasear por la playa mientras se nos iba yendo el Sol. Cerca de allí mi madre pudo reunirse con la mujer que la alojó en su casa hacía 20 años, la primera vez que fue a Irlanda para hacer un curso. La mujer nos recibió amablemente y se tiró un rato charlando con nosotros.
Dejando Dublín a un lado, comenzamos nuestro viaje por Irlanda, con la primera parada en el complejo arqueológico Brú na Bóinne, patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se trata de un complejo prehistórico y que tiene tres yacimientos, nosotros visitamos el más famoso: Newgrange.
Tras la breve parada, seguimos al norte y llegamos hasta Carrick-a-Rede, un puente colgante que separa la tierra de un diminuto islote y que se ha hecho famoso por las increíbles vistas que desde allí se observan. Aunque es bastante corto, sí que da vértigo cuando lo cruzas, aunque merece la pena por las vistas, también de camino al puente.
Los acantilados tienen unas piedras verticales para que nadie pueda acercarse al borde, ya que el mar va desgastando poco a poco la piedra, sin embargo, hay caminatas de hasta 5 horas andando recorriendo la ladera de los acantilados. La verde hierba te pide que te eches allí, y eso hice, viendo el horizonte del mar y el acantilado de la montaña, un sitio precioso, un locus amoenus en toda regla. Esa noche dormimos en la ciudad de Ennis.
Tras este recorrido, nos adentramos en el famoso bario de Temple Bar, una de
las zonas más turísticas, donde podrás encontrar los mejores pubs tradicionales
irlandeses. Justo al entrar en el barrio nos quedábamos atónitos cuando vimos
una fila kilométrica en la que no veíamos el final. Aunque al principio
pensamos que era para entrar a algún pub famoso, era para un casting para
aparecer en una película (cosa que me recordó a cuando hicieron lo mismo Juego
de Tronos en Almería o la película de Exodus en la misma ciudad).
Si quieres
descubrir el famoso pub The Temple Bar que según la leyenda da nombre al barrio
(aunque podría ser al revés), fíjate en una de las esquinas en un pub muy rojo
con carteles negros y letras doradas, es fácil de encontrar ya que hay una
placa que descubre su historia.
Acto seguido nos
dirigimos a una de las joyas de la ciudad, el Trinity College de Dublín. Esta
universidad fue fundada por Elizabeth I de Inglaterra en el año 1592,
convirtiéndose pues en la universidad más antigua de Irlanda. Se puede entrar
gratis al campus de la universidad, donde sigue habiendo una frenética vida
estudiantil y diversas señales indican a los turistas a que están en una zona
de estudio y no debe entorpecer a los alumnos en sus tareas. A pesar de que el
campus es gratis, merece mucho la pena pagar para entrar a la biblioteca donde
se encuentra el Libro de Kells.
El Libro de Kells
es un manuscrito en latín de los cuatro Evangelios, escrito por monjes celtas
en el año 800, yo diría la joya del arte irlandés, y es uno de los pocos
manuscritos con ilustraciones y adornos que se ha conservado bastante bien de
la Edad Media.
La biblioteca
cuenta con una exhibición bastante detallada de como hacían los monjes para
conseguir esos colores tan sorprendentes en una época difícil. Finalmente, y
tras los videos sobre elaboración, caligrafía y diversos otros manuscritos, se
exhibe el libro abierto para ver sus dibujos.
Si no recuerdo
mal, todas las semanas se cambia la página del libro para que los turistas
puedan observarlo al completo. Otro objeto histórico exhibido es una copia de
la declaración de independencia irlandesa.
Ya que no íbamos a
estar mucho tiempo en Dublín, decidí irme por mi cuenta a ver algún museo
mientras mis padres iban por otro lado. Siempre he coincidido que para conocer
un país, se tiene que conocer su arte y su pasado. Como en Londres, la mayoría
de los museos eran gratis y comencé con el Museo Arqueológico. Abierto en el
año 1890, expone sus objetos cronológicamente, iniciando con algunos del año
7000 a. C. Desgraciadamente lo único que me quedé sin ver fue la parte egipcia
que estaba en restauración. Como el museo era abarcable, pronto me fui al
segundo y mi favorito: la Galería Nacional (sí, también se llama National
Gallery como la de Londres, pero en este caso of Ireland). Este museo estaba
más relacionado con pintura (y algo de escultura), abierto en el año 1864, un
poco antes que el Arqueológico. Para mí el mejor de Irlanda, con cuadros de
Goya, El Greco, Picasso, Monet o Vermeer.
Cerca del crepúsculo, decidimos coger un tren de cercanías hasta Bray, una ciudad costera a 20km al sur de Dublín, donde pudimos pasear por la playa mientras se nos iba yendo el Sol. Cerca de allí mi madre pudo reunirse con la mujer que la alojó en su casa hacía 20 años, la primera vez que fue a Irlanda para hacer un curso. La mujer nos recibió amablemente y se tiró un rato charlando con nosotros.
Tras este día
intenso e incluso de emociones, volvimos a nuestro hotel, ya que aún nos
quedaba un viaje muy largo que acababa de comenzar.
DÍA 3:
CAMINO A BELFAST
Dejando Dublín a un lado, comenzamos nuestro viaje por Irlanda, con la primera parada en el complejo arqueológico Brú na Bóinne, patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se trata de un complejo prehistórico y que tiene tres yacimientos, nosotros visitamos el más famoso: Newgrange.
Newgrange es un
tumulto funerario circular, construido aproximadamente entre el 3300 y 2900 a.
C., haciéndolo 1000 años más antiguo que Stonehenge y 500 más antiguo que las
Pirámides de Giza. Fue redescubierto en el siglo XVII. Al llegar al complejo nos
pusieron un video introductorio y nos condujeron a los autobuses para llegar al
tumulto. Con la guía incluida, llegamos a este montículo que se usaba
básicamente para enterrar a la gente, con la peculiaridad de que un rayo de Sol
entra una vez al año, en el solsticio de invierno durante 17 minutos. Todo muy
estudiado para una época tan antigua como esta. Pudimos incluso entrar dentro
por los claustrofóbicos pasillos hasta llegar a la sala interior donde se
colocaban a los difuntos. Muchas de las piedras tenían símbolos tallados como
remolinos.
Tras finalizar en
este lugar tan místico, almorzamos en el centro de visitantes y continuamos
hacia Belfast, cruzando la frontera del Reino Unido y teniendo que cambiar la
moneda (recordemos que Irlanda tiene euro, pero Irlanda del Norte, al ser parte
del Reino Unido, tiene libra esterlina).
Llegamos a la
capital de Irlanda del Norte con el tiempo justo para entrar en el Museo
Titanic, abierto hacia muy poco, en 2012, aunque nos pareció un museo bastante
tecnológico e incluso con algunas atracciones a las que podías montarte en su
interior, no incluía piezas originales del barco, sino seis plantas de museo
con videos, pantallas, muy didáctico y que no estaba mal, pero con precio algo
excesivo. Cenamos y fuimos hacia el hotel, ya que al día siguiente
madrugábamos, ver la isla entera en una semana no es tarea fácil.
DÍA 4:
IRLANDA DEL NORTE
Saliendo de
Belfast y continuando hacia el norte, nuestra primera parada fue The Dark
Hedges, un camino especial por tener árboles con ramas muy retorcidas y
bastante grandes, típicas de una película de terror y de hecho este camino
apareció en Juego de Tronos.
Tras la breve parada, seguimos al norte y llegamos hasta Carrick-a-Rede, un puente colgante que separa la tierra de un diminuto islote y que se ha hecho famoso por las increíbles vistas que desde allí se observan. Aunque es bastante corto, sí que da vértigo cuando lo cruzas, aunque merece la pena por las vistas, también de camino al puente.
Muy cerca del
puente colgante, llegamos a la atracción principal por la que hicimos este
viaje, para visitar la famosísima Calzada del Gigante, el único patrimonio de
la humanidad en Irlanda del Norte. La Calzada del Gigante es un área geológica
que contiene columnas geométricas de basalto, cerca de 40.000, creadas por el
enfriamiento exprés de la lava con el contacto del mar hace millones de años. Este
curioso nombre se le fue dado por la leyenda, que cuenta como dos gigantes, uno
irlandés y otro escocés, se llevaba tan mal que comenzaron a tirarse piedras,
formando este curioso fenómeno geológico.
El centro de
visitantes es precioso, con una audioguía incluida en el precio e incluso una
visita guiada si también quieres hacerla. El lugar es simplemente espectacular
y maravilloso, no solo hay rocas en el mar, sino hay también algunas en la
pared de la colina. También hay varios senderos para llegar allí por orden de dificultad
para que todo el mundo tenga acceso. Por mucho que te imagines este lugar,
siempre te sorprenderá. Visita obligada en Irlanda del Norte.
Para terminar el
día, llegamos a Downhill, donde pudimos observar una de las playas más grandes
que he visto, pero no solo eso, sino que subimos a una colina donde se
encontraba los restos de una antigua mansión llamada Downhill House y un
pequeño templo llamado Mussenden, donde hay un mirador desde donde se observa
la playa. La colina está llena de vacas y ovejas pastando, pero es una zona
pública y no hay ningún problema en entrar, de hecho habrá algunos turistas.
DÍA 5: DÍA
DE COCHE
Este día fue
indiscutiblemente el más pesado de todos, con unas 5 horas de coche desde
Belfast, parando principalmente en la ciudad de Enniskillen, básicamente para
almorzar y descansar un poco, por lo tanto no vimos nada interesante.
Cruzando de nuevo
la frontera hacia Irlanda, todavía nos quedaba un trecho hasta llegar a la
ciudad costera de Galway, en el oeste del país, ya que llegamos de noche y nos
costó bastante dar con el maldito hotel, ese día lo dejamos para descansar.
DÍA 6:
GALWAY Y LOS ACANTILADOS DE MOHER
Nos levantamos
tempranito y aparcamos el coche al lado de la playa para ver un poco más la
ciudad de Galway antes de irnos. Era una ciudad costera, mucho más pequeña que
Dublín o que Belfast, pero que mantenía aire juvenil y dinámico, supuestamente
donde más se práctica el irlandés idioma en toda Irlanda. El aspecto agradaba. Calles
peatonales, mercados de flores y libros y el precioso río que atravesaba la
ciudad.
Visitamos la
Catedral de Galway, una de las más modernas ya que fue terminaba en 1965, a
pesar de su exterior algo sobrio, el interior es decorativo y precioso. Hay un
rosetón que por fuera apenas se puede notar, pero por dentro se observa que está
lleno de colores que incluso se reflejan en el interior. Un órgano espectacular
y salas enormes, se nota que ha sido construido recientemente.
Tras nuestra
preciosa mañana en esta bonita ciudad, nos ponemos rumbo a los Acantilados de
Moher por unas carreteras nada envidiables en coche. Eso sí, las vistas no han
dejado de ser hermosas desde el primer minuto, un país verde por todas partes
donde se puede sentir la naturaleza.
Se nota que los
Acantilados son turísticos. En un día despejado y sin lluvia, decenas y decenas
de autobuses y coches cargados de turísticas llenan las estrechas carreteras
sinuosas que llevan hasta el parking del complejo o a numerosos barcos hacia
las Islas de Arán. Una vez que se llega se entiende el fanatismo: unas vistas
dignas de admirar, difíciles de encontrar en otro país, simplemente el poder de
la naturaleza, montaña y mar unidos.
Los acantilados tienen unas piedras verticales para que nadie pueda acercarse al borde, ya que el mar va desgastando poco a poco la piedra, sin embargo, hay caminatas de hasta 5 horas andando recorriendo la ladera de los acantilados. La verde hierba te pide que te eches allí, y eso hice, viendo el horizonte del mar y el acantilado de la montaña, un sitio precioso, un locus amoenus en toda regla. Esa noche dormimos en la ciudad de Ennis.
DÍA 7:
KILLARNEY
Salimos desde
Ennis y llegamos a Killarney, donde vamos a pasar un día entero y nos vamos a
despedir de Irlanda como se merece. Killarney es una pequeña ciudad al sur de
Irlanda donde se encuentra el parque natural más bonito del país. Como la
mayoría de los días, Irlanda nos ofrece de nuevo naturaleza y belleza.
Comenzamos por el
Castillo de Ross, ya dentro del Parque Nacional de Killarney, construido en el
año 1400 a orillas de un lago. Típica fortaleza irlandesa de la Edad Media.
Cogimos el coche
por última vez antes de empezar a caminar por el parque y llegamos hasta la
Abadía de Muckross, una abadía en ruinas, que aunque carece de techo, todas sus
paredes, columnas, arcos decorativos e incluso el claustro se conservan, la
naturaleza ha llenado las ruinas de flores y árboles y más que en ruinas parece
hecho por arte de magia. Fue fundada en el 1448 como un monasterio franciscano.
A partir de ese
momento comenzamos nuestro senderismo por el parque, con una fauna y flora
deslumbrantes, con más monumentos en el camino como la mansión de Muckross. Este
parque también se caracteriza por sus tres lagos en mitad.
Aunque el sendero
continuaba hacia lo alto de la montaña, ya que el parque puede recorrerse
durante semanas, llegamos hasta la Cascada de Torc, que fue una de las mejores
vistas del parque, aunque cada esquina era un tesoro. Al lado de la mansión
también se encontraba el jardín botánico del antiguo señor que vivía allí y la
sensación en aquel lugar era sencillamente maravillosa.
DÍA 8: REGRESO Y CONCLUSIÓN
Regresamos a Dublín para coger nuestro avión de
vuelta. A pesar de que cogimos el coche casi todos los días, el viaje no se
hizo para nada pesado, ya que las vistas siempre me mantenían entretenido y
siempre había varias cosas que ver y hacer paradas. Para mí la forma perfecta
de ver Irlanda e Irlanda del Norte es cogiendo un coche alquilado y recorrerla
de arriba a abajo, nosotros tuvimos una semana, pero puede ser incluso más.
-Lo mejor: Calzada del Gigante. Nada igual en
el mundo.
-Lo peor: las horas de coche, pero nada
excesivo.
-Nota: 8‘75
Me encanta tu blog... Es sencillamente maravilloso. Algún día espero ir a estos lugares tan increíbles de la mano de la persona que amo ❤
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